- Los zombies no tienen un aparato circulatorio-respiratorio funcional. Se sabe que no respiran, sus corazones no laten y la remoción abrupta de sangre o fluidos similares no parece afectarles, aunque no puede desecharse algún mecanismo circulatorio de tipo linfático, promovido por el movimiento muscular.
- Se mueven, de forma inestable y tosca, pero se mueven. El movimiento, así como la conducción nerviosa y el funcionamiento básico celular requieren energía química.
- La destrucción total o parcial del cerebro los deja inmóviles, por no decir "muertos".
- La destrucción total o parcial del cerebro los deja inmóviles, por no decir "muertos".
- Poseen la capacidad de ver y oír (acaso olfatear), siempre y cuando cuenten con ojos y oídos intactos. El tacto no parece estar entre sus sentidos funcionales, ya que si así fuera, debieran sentir, si no dolor, un feedback de sus movimientos al golpear diversos objetos.
- Para expandir la epidemia y propagar el agente infeccioso, no se requieren zombies "eternos", sino sólo lo suficientemente durables como para cumplir su función.
En base a estos hechos evidentes, podemos hacer algunas especulaciones:
- Pareciera que los muertos vivientes requieren de la "supervivencia" de al menos parte de su musculatura (esquelética), las zonas motoras del cerebro, y los órganos sensoriales de la vista y el oído (ventajosos a la hora de buscar presas) junto con las regiones cerebrales involucradas en la percepción de estímulos sonoros y visuales. Otros tejidos que no sean esenciales al movimiento y la conducción nerviosa no son indispensables (¿O sí? Ver más abajo). Los huesos, aunque no necesariamente vivos, necesitan permanecer sólidos.
- La alimentación, así como la respiración, no tiene función vital para los zombies ya que a falta un sistema circulatorio funcional no existe manera de llevar los supuestos nutrientes al resto de los tejidos necesarios.
Ahora, en base a lo poco que sabemos y podemos arriesgar, analicemos la siguiente teoría:
El agente infeccioso toma completo control del individuo afectado y produce su muerte y posterior reanimación. Al no poder continuar la provisión de sustancias energéticas a los tejidos del cuerpo necesarios para su accionar, debe ponerse en juego un metabolismo alternativo. Los músculos, las zonas funcionales del cerebro y la red nerviosa que los une debe obtener energía de alguna forma u otra. De esto se ocuparía la maquinaria proteica generada por el agente infeccioso en sus tejidos invadidos.
Una posibilidad factible (y que explicaría algunas cuestiones acerca del pésimo aspecto de los monstruos) es que estos tejidos sean capaces de digerir los tejidos circundantes no esenciales como grasa, órganos internos y sus tejidos de sostén, capas inferiores de la piel, médula ósea, etcétera. La circulación de estos nutrientes podría producirse a partir de los tejidos cercanos mediante algún sistema de tipo linfático a través de los espacios extracelulares e incluso también célula-a-célula en cortas distancias. Los huesos, si no vivos, deben mantenerse suficientemente sólidos para soportar el peso y la presión del movimiento. Este auto-consumo podría explicar por qué los muertos vivos lucen como lo hacen, consumidos (valga la redundancia) y faltos de color, débiles y flácidos.
Con respecto al aspecto energético a nivel celular, debemos descartar la posibilidad de que se lleve adelante una metabolisis convencional, de oxidación de moléculas complejas orgánicas, simplemente por el hecho de que la ausencia de respiración impide la llegada de oxígeno a los tejidos, que es esencial para este tipo de metabolismo. Una alternativa bien conocida para obtener energía química en ausencia de oxígeno es la fermentación: la glucosa (o cualquier otro nutriente orgánico) se convierte en otras moléculas menores obteniendo pequeñas cantidades de energía. Existen numerosos tipos de fermentaciones que no merecen ser discutidas aquí, pero bien podrían estar involucradas en el mantenimiento energético de las células zombies. La maquinaria proteica estaría codificada en el material genético del agente infeccioso, y puede combinarse con las enzimas necesarias propias del hospedador. La fermentación además explicaría el hedor a podrido que se siente en presencia de muertos vivientes.
Esta es sólo una hipótesis que requiere de un profundo análisis, pero bien sirve como un ejemplo de la forma de razonar que debemos poner en práctica si deseamos desentrañar la existencia de lo que podría convertirse en el mayor némesis de la humanidad tal como la conocemos.
Con respecto al aspecto energético a nivel celular, debemos descartar la posibilidad de que se lleve adelante una metabolisis convencional, de oxidación de moléculas complejas orgánicas, simplemente por el hecho de que la ausencia de respiración impide la llegada de oxígeno a los tejidos, que es esencial para este tipo de metabolismo. Una alternativa bien conocida para obtener energía química en ausencia de oxígeno es la fermentación: la glucosa (o cualquier otro nutriente orgánico) se convierte en otras moléculas menores obteniendo pequeñas cantidades de energía. Existen numerosos tipos de fermentaciones que no merecen ser discutidas aquí, pero bien podrían estar involucradas en el mantenimiento energético de las células zombies. La maquinaria proteica estaría codificada en el material genético del agente infeccioso, y puede combinarse con las enzimas necesarias propias del hospedador. La fermentación además explicaría el hedor a podrido que se siente en presencia de muertos vivientes.
Esta es sólo una hipótesis que requiere de un profundo análisis, pero bien sirve como un ejemplo de la forma de razonar que debemos poner en práctica si deseamos desentrañar la existencia de lo que podría convertirse en el mayor némesis de la humanidad tal como la conocemos.