domingo, 26 de abril de 2009

Prólogo (parte 1)

Imagine lo siguiente:

Usted está de regreso en su hogar (en un edificio de 5 pisos en un barrio en las periferias de una ciudad medianamente grande, por poner un ejemplo) luego de una larga jornada de trabajo, y decide caminar hasta el almacén más cercano para proveerse de una botella de vino tinto y algo de comer. En su casa permanecen esperándolo a su mujer y sus dos hijas. Mientras camina de vuelta a su casa, con la oscuridad definitivamente establecida, recorriendo de forma casi automática el trayecto tantas veces transitado, detecta un detalle llamativo al otro lado de la calle. El linyera que suele dormir por las noches en el pasillo de la galería comercial no está, como de costumbre, roncando completamente ebrio entre sus trapos ni tampoco gritando a ese personaje invisible que lo acompaña sin descanso. De espaldas a usted, hincado de rodillas, el linyera está inclinado y se mueve violentamente sobre un bulto inmovil, a unos pasos de la mencionada galería. Usted, que tarde o temprano igual tendrá que cruzar, decide echar una ojeada. Por cruzar distraídamente por el medio de la cuadra casi es atropellado por un coche oscuro, cuyo conductor seguramente estaría mirando lo mismo que usted. Suspirando aliviado, termina de cruzar al trote y pasa disimuladamente a unos metros del harapiento linyera y dirige la vista hacia el bulto. Lo que ve le afloja las piernas y las dos bolsas del almacén caen al piso ruidosamente.
Cuando logra reponerse y ahogar el último vómito, observa por 5 segundos más la escena, como descreyendo de lo que había visto hace un instante. Entre lo que parece haber sido alguna vez una camiseta de algún club de fútbol local, el linyera remueve fascinado los órganos internos de una persona visiblemente muerta. Sus caras (la del linyera y la del muerto también) están bañadas en sangre, y el olor a vísceras y podredumbre es insoportable. Horrorizado, y cayendo en la cuenta de que el linyera no está lejos de detectar su presencia, se pone de pie y se dirige corriendo hacia su casa, olvidando la botella de vino que seguía intacta de milagro.

Al llegar a su departamento, ignorando las preguntas de su esposa acerca del vino, la picada y su respiración agitada, cierra la puerta de su cuarto y disca el 911 en su telefono celular. Su mujer y las niñas no tienen porqué enterarse del episodio. La policía escucha agradecida su historia, pero usted detecta que en la voz del oficial hay cierta inquietud disimulada, en especial ante los detalles escabrosos del relato. Usted sigue en shock, así que acusa estar indispuesto y, luego de recomendar fuertemente a su esposa no dejar el edificio por ninguna razón (pedido que no le cuesta en lo más mínimo a su mujer, una paranoica incurable), se recuesta en su alcoba.

Después de lo que parecieron unas cien horas revolcándose en la cama, la sed supera su sueño y se dirige a la cocina por un vaso de agua. Casi instintivamente recoge al paso el control remoto y enciende el televisor. Acostumbrado ya al alarmismo sobre fondo rojo de cierto canal de noticias, por un momento ignora el mensaje en pantalla. "Fue primicia: Alerta nacional por los muertos que caminan y se comen a la gente". Las imágenes (sin editar, por supuesto) muestran una, dos, diez escenas como la que observó horas atras en la calle, y a agentes del policía disparando en evidente confusión. Los relatos de testigos son unánimes, todos habían visto como estos "muertos" (aparentemente el color del rostro o ciertas heridas aparentemente mortales en estos personajes les habían valido este mote) se habían abalanzado sobre ellos y otros vecinos, y cómo sin mediar palabra habían intentado morderlos, y algunos evidentemente lo habían logrado, y cómo una vez en el suelo habían despedazado a los menos afortunados, convirtiéndolos en un montón de tripas. Usted, que todavía no sale de su estupefacción, continúa escuchando y viendo los informes que llegan uno tras otro.

Horas después, la situación alcanza difusión nacional. En todos los rincones del país e incluso en los países limítrofes se multiplican los ataques de los a esta altura llamados "muertos vivos". La policía no da abasto y ya se convocaron a la acción de urgencia a las milicias y demás fuerzas de seguridad nacionales, pero evidentemente la situación ha superado los límites imaginables.

Es momento para que usted, aterrorizado lector, se haga la siguiente pregunta: "Y ahora, ¿qué hago?"

Nota preliminar

Despues de casi dos años de promesas, y ante mi imposibilidad psicológica (eso que los norteamericanos llaman "procrastination") de emprender la escritura de un libro concreto, decidí que era el momento de quitarme un poco de presión y, a riesgo de defraudar las expectativas creadas, utilizar este medio tan divinizado en la actualidad como vidriera de mis teorías (alguien dirá "absurdas teorías").

En resumen, lo que en mis sueños y mis largas conversaciones con todos aquellos con quienes compartí mis inquietudes sobre el tema (que son muchas personas, no todas ellas voluntarias por gusto) tenía forma de un manual prolijo y bien editado, se convertirá en una colección de artículos sueltos, escritos con mayor o menor cuidado. Pero lo importante, es que se convertirán en artículos en letras, y no en eternas discusiones con amigos ocasionales o ideas revoloteando en mi cabeza. Quién sabe, si me siento conforme con su resultado quizá decida encarar la escritura del libro con mayor seriedad. Espero que el carácter fragmentario, mejor dicho, muy fragmentario, de estas notas no resulte una dificultad para su entendimiento como un conjunto integral, tal como pretendo que parezca.

Quiero agradecer especialmente a los que me soportaron divagar horas, a los que me preguntaron una y mil veces por el libro, a los que me compartieron sus ideas, y también a los que me demostraron no saber absolutamente nada del asunto, porque son ellos más que nadie los destinatarios de estas notas. También, y por adelantado, quiero agradecer a los que se acerquen a criticarme, a discutir y a aportar sus pareceres.